sábado, 22 de septiembre de 2012

El mundo no es una fábrica de conceder deseos.

Quiero volver a mi infancia. 
Va, en serio. Seguro que alguna vez habéis deseado volver a tener esos inocentes seis añitos, en los cuales hacías trastadas de las gordas y tus padres no te lo estaban repitiendo un mes entero, de pesados. Ni te gritaban por tonterías. Ni te exigían que ordenaras tu cuarto y ayudaras en casa. Ni te echaban la bronca por escuchar la música muy alta. O por acostarte tarde. O simplemente el hecho de que le pidas algo y te responda diciendo "Siempre estás pidiendo cosas" y blablabla... y terminan por comprártelo.
Ejem ejem... Mamá, papá. Id pillando la indirecta...
Aquellos tiempos en los que ver tu película favorita de Disney te arreglaba el día, en el que no tenías que preocuparte por nada importante, solo en el nombre al que ponerle a tus muñecos nuevos. 
Esas tardes enteras jugando con muñecas, inventando historias amorosas entre los muñecos. Soñando con ser princesa de mayor y tener un castillo, y que mi príncipe azul me bese en mi lecho de muerte y me reviva, para después ir a caballo junto a él hasta el horizonte. Y que un narrador pronuncie el esperado "y vivieron felices y comieron perdices". 

Aún recuerdo el olor de los potitos que me hacían comer, el sabor de la leche caliente con esos polvitos en mi biberón, el nombre de mi león de peluche Leoncio, mi muñeco Omar, el de mi osita Tiritona, el oso Héctor, y las gatitas Misifú y Presumida. Mi dosel de princesas que tuve que quitar un día determinado, la emoción que sentía la mañana de Reyes a las ocho de la mañana mientras bajaba las escaleras corriendo, y la bicicleta de color rosa que me regalaron en Navidad cuando tenía siete años, y también recuerdo el día en el que quité los ruedines de la bici por primera vez.



Pero no. Porque resulta que ya no tengo seis años. Ya no tengo excusas que agotar, te culpan por cosas que no has hecho, la gente te juzga sin saber. Pasas el día soñando con el futuro, preocupándote por el presente y recordando el pasado. 
El mundo no es una máquina de conceder deseos, así que toca endulzar la adolescencia lo más que podamos e intentar alcanzar el futuro que anhelamos.

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